MADRE ELISEA



NACIMIENTO E INFANCIA 



 El 9 de julio de 1869 en Benidoleig, pequeño pueblo campesino perteneciente a la provincia de Alicante, nace y es bautizada la que más tarde había de ser Madre Elisea: Josefa Oliver Molina. En una familia de clase obrera, Josefa vivió su infancia modestamente, aunque sin grandes estrecheces económicas, ya que poseían unas tierras fértiles que cultivaban. Esto, a lo que se añadía el oficio de barbero y practicante del padre, les proporcionaba cierto desahogo material. Junto con sus once hermanos, Josefa creció en aquel hogar cristiano y honrado, asimilando las virtudes evangélicas que sus padres y hermanos practicaron y que, en ella, encontraron buena tierra para germinar. De estos primeros años, cabe destacar que su vida consistía en asistir a la única escuela primaria del pueblo, ayudar a su madre en las tareas domésticas y a su padre en la barbería. También participaba en la vida de la parroquia y ocupaba sus tiempos libres jugando con sus amigas. Pasaba algunas temporadas en el pueblo vecino de Miraflores, con su tía Dorotea, que ejerció sobre ella gran influencia, tanto en el aspecto educativo, como ayudando y apoyando su deseo de consagrarse al Señor, cuando llegó la hora de la decisión. Su infancia, al principio, iba transcurriendo con toda normalidad, hasta que el día 29 de enero de 1878, cuando todavía no había cumplido los 9 años, quedó huérfana de padre. A partir de este momento, la familia entró en una etapa de dificultades y estrechez económica. Ella aprendió entonces a enfrentarse con generosidad y entereza a la dureza de la vida y a las situaciones adversas, acrecentando su sentido de responsabilidad y de colaboración con su madre en las faenas domésticas. 





ADOLESCENCIA 



Por motivos económicos, Josefa comenzó a trabajar fuera de casa en las tareas del campo, como muchas de las jóvenes de Benidoleig, concretamente en la elaboración de la pasa. Tenía fama de “buena chica” y se sabía que se levantaba temprano a rezar y que los domingos iba y volvía a pie de Denia –pueblo situado a unos 6 km de distancia de Benidoleig- para asistir a la Santa Misa. También procuraba buscarse otros momentos de soledad en parajes escondidos de su pueblo, para dedicarse allí a la oración. Las responsabilidades respecto a la familia las compaginaba perfectamente con su dedicación a la parroquia, que era para ella como su segundo hogar. Los testimonios abundan en el sentido de afirmar que tenía vocación para las cosas de la Iglesia… Se preocupaba del adorno, de la limpieza, de los cantos… Y ponía especial esmero en los adornos florales a la Virgen. En esta época van a ir perfilándose y profundizándose en ella esas dos características que luego serán la base de su vida carmelita: su amor a Dios, manifestado en la vida de oración y de entrega a los demás y su amor a María, exteriorizado en la delicadeza de trato hacia ella y en su actitud profunda de humildad de corazón. Desde pequeña, Josefa tuvo contacto con personas que sufrían el dolor y la enfermedad, ya que la profesión de su padre propiciaba que acudieran a su casa quienes tenían estos problemas. Su disponibilidad para asistir a algún enfermo que lo necesitase era muy notable, desde jovencita. Trataba de llevar la alegría a todos los que la rodeaban, siendo mayor su entrega a los pobres y a los enfermos más necesitados. Sorprende que, con sus pocos años, ejercitara este servicio de manera habitual y con tanto desinterés y naturalidad. 




MADRE ELISEA CONOCE A LAS CARMELITAS 



Josefa también atendía en la formación de los niños en la catequesis y ayudaba a su tía Dorotea en las tareas escolares de los que más lo necesitaban. En este clima propicio de su vida interior, surgiría la llamada a consagrar su existencia a Dios como fruta madura, a la vez que se iba capacitando para ser recipiente útil, donde Él podía volcarse sin medida. Su madre, aunque conocía sus deseos y no se oponía a ellos, le ayudaba a reflexionar serenamente, para que acertara en su decisión. Fue la presencia de unas religiosas, que postulaban por la zona y que aparecieron por el pueblo de su tía mientras Josefa estaba allí, la que le dio ocasión de conectar con las Terciarias Carmelitas de Alcantarilla. En este momento es cuando debió ser decisivo el apoyo de su tía Dorotea. Con estas religiosas se dirigió a Benidoleig a casa de su madre y se quedaron allí a pasar la noche. Finalmente, Josefa decidió marcharse con ellas. Al comunicárselo a su madre, ésta le respondió que se lo pensara bien y que se asegurara del paso que iba a dar, a lo que su hija respondió: “Dios proveerá”. Así, con la mantilla que le había regalado su tía, salió de su casa abandonada en la Providencia. Allá por 1888, Josefa ingresó en esta incipiente Congregación de Hermanas Carmelitas Terciarias, fundada en Alcantarilla (Murcia). Allí se le asignó, precisamente, el nombre de Providencia. No cabe duda que este nombre será todo un símbolo y un sello imborrable en su trayectoria de vida, pues, bajo este impulso y confianza en la Providencia de Dios, atravesará todas las vicisitudes que el camino de seguimiento de Jesucristo le irá deparando. A partir de este momento, se entrelaza la vida de Madre Elisea con la Historia de la Congregación. 




LA HUELLA QUE DEJA EN LA CONGREGACIÓN 



En septiembre de 1904 se celebraba el primer Capítulo General de la congregación, ya en la Casa de Orihuela, y en él fue elegida Madre Elisea Oliver Molina para el cargo de Superiora General. Cuando Madre Elisea dice: “Lleguemos nosotras allí donde otros no pueden llegar”, estaba expresando su preferencia por abrir casas en los lugares más pobres y apartados. Su inclinación fue siempre situarse en la periferia. Era una verdadera OPCIÓN POR LOS POBRES antes de que fuera inventada la expresión. La realidad de la España de principios del siglo XX ofrecía una excelente oportunidad para realizar esta opción. La primera fundación que llevó a cabo Madre Elisea fue la de ELDA. En una casa parroquial desprovista de casi todo, se instaló la nueva comunidad. La casa la ofrecía un sacerdote, para que en ella se educara a los niños. Desde que Madre Elisea desempeña por vez primera las tareas de General hasta que muere, la familia va creciendo a buen ritmo. A su muerte había unas 200 religiosas alimentándose del Carisma Carmelita. En casi todas las ocasiones las fundaciones tuvieron un claro signo de “abandono en la Providencia”, como sucedió en la de ALICANTE, el 30 de Julio de 1907. Las Hermanas carecían de todo mobiliario. Por esta razón, el día de la fundación no tuvieron otra solución que sentarse en el suelo y comer pan, atún y aceitunas de postre. Hasta su muerte el 17 de diciembre de 1931, se llegarían a realizar 41 fundaciones, todas ellas cimentadas en la opción por los más humildes y necesitados.